Cuando, en
esta vida, un aspirante espiritual descubre que puede mejorar moral y espiritualmente por
medio de algo que “surge” en su destino, suele ocurrir que en lo primero que
piensa es en cambiar su vida. Comienza a imaginar que sus relaciones familiares
y sociales van a ser maravillosas, que el destino le traerá oportunidades de
progreso, que las elevadas vibraciones de su aura atraerán la simpatía de los
demás de forma magnética y otros hechos más. Pero este aspirante que desea tener resultados visibles
externamente no es consciente de que los cambios que están sucediendo interna
y, como efecto, externamente, se deben a que se ha hecho más consciente, es
decir, actúa más tiempo consciente y voluntariamente que antes que se dejaba
llevar por la mente, por los deseos y por las emociones. Si antes actuaba
mecánica e instintivamente, ahora intenta estar presente, como consciencia,
para observar lo que ocurre en sus cuerpos y así usar la voluntad para su
propio desarrollo; por consiguiente, se hace un observador de sí mismo.
Con el paso de
los años, y si este aspirante persiste en esa acción, comprobará que el “truco”
está en interiorizarse (en vez de querer cambiar las cosas de fuera) en ser una
consciencia siempre en el presente y no en el pasado ni en el futuro,
ocurriendo entonces que ni la mente está tan activa ni él se deja dominar tanto
por los sentimientos y deseos. Esto significa que se está dando pie a que haya
espacios de silencio mental entre unos pensamientos y otros (cuando nos
observamos internamente y cuando estamos en el aquí y ahora como consciencia)
pero también se está dejando de calificar y juzgar porque no se pone tanto
interés en recordar algo que ha pasado o en pensar en hechos futuros. En definitiva,
el ser se complace en vivir internamente y no en perder el tiempo en cosas y
hechos que, además de no servir para nada, le hacen sufrir y perder la paz y el
control de sus cuerpos sutiles. Cuando cualquiera de nosotros, como aspirantes,
descubre esta nueva manera de actuar y la lleva a la práctica, percibe algo en
su interior que hace que se sienta satisfecho con todo lo que hace puesto que
actúa con su mejor voluntad y como “presencia consciente” en cada momento.
Esto, a su vez, desarrolla un cambio interno que se refleja en lo externo hasta
el punto de que las personas con las que tratamos lo perciben, siendo, por
tanto, las relaciones más autenticas y profundas gracias a la paz interna
alcanzada.
Sabemos que
hay maldad en el mundo, y eso es un gran inconveniente para el progreso de la
humanidad, sin embargo, no solemos darnos cuenta de que el mayor inconveniente está dentro, y no fuera, de nosotros.
Podríamos decir que vemos lo que pensamos y lo que somos puesto que lo externo
está unido a lo interno por medio de la consciencia y de los sentidos. Son los
sentidos (en cada presente o ahora) los que crean o presentan lo que vemos y
con lo que nos relacionamos a la consciencia, otra cosa es que nosotros en ese
momento estemos presente o, por el contrario, estemos dominados por otros
aspectos de la personalidad (deseos, hechos pasados, malos pensamientos, etc.)
Según lo que nos llegue del exterior puede generar diferentes reacciones en lo
interior, bien sean buenas (amor, altruismo, cariño, amistad, etc.) o bien sean
malas (envidia, resentimiento, crítica, odio, etc.) pero, tanto si genera
felicidad como si genera sufrimiento, no cabe la menor duda que es un reflejo
de lo que llevamos dentro; por tanto y como ejemplo, en este caso, estaríamos
vibrando en sintonía con lo que estamos viendo o viviendo. Y mientras sigamos manteniendo
esa vibración y no la reconozcamos y transformemos, seguirémos formando parte de ese mal
externo. De aquí la necesidad de actuar en consciencia en cada segundo para
poder observarnos, transformarnos y ayudar a cambiar el mundo puesto que el mundo es un reflejo
del estado de conciencia que tenemos.
Cuando
observamos y vemos el mundo como un espejo donde se refleja lo que somos
internamente y como consciencias, nos podemos dar cuenta de que el miedo, las
inquietudes y todo lo que sentimos respecto al mundo es lo que llevamos con
nosotros y lo que somos. Cuando vemos la negatividad del mundo que nos rodea y
nos auto-observamos interiormente como consciencias para ver las nuestras y así
poder transformarlas, podemos comprobar que nacen nuevos y más elevados
sentimientos. Así vamos ascendiendo en consciencia, así elevamos nuestra escala
de valores, y así conseguimos ser nosotros mismos como Yoes superiores los que
actuamos en cada momento presente. Esto, además de hacernos progresar más
rápidamente, nos ayuda a eliminar nuestro karma de una manera calmada y
comprensiva y nos inclina a transformar la negatividad del mundo.
Un ejemplo de
esto lo podemos ver cuando llevamos a la práctica las palabras de Cristo
respecto a amar a nuestros enemigos, es decir, cuando nos imaginamos dando amor
a alguien que odiamos, cuando le enviamos amor voluntaria y conscientemente o
cuando le tratamos con amor, entonces, el odio desaparece y el enemigo también.
Esto es lo que podríamos llamar “liberación” porque cuando nos liberamos de
esta forma de toda la negatividad que tenemos internamente, comenzamos a ver el
mundo de otra manera. Cuando vemos el mundo y actuamos en él dejándonos llevar
por los sentidos, los deseos, las emociones y la mente incontrolada, en
realidad estamos actuando desde la inconsciencia, solo siendo nosotros mismos
(como consciencias en cada aquí y ahora) podemos ser conscientes de nuestra
actuación interna y externa y así alcanzar ese mundo que verdaderamente
deseamos.
Cuando vivimos
(como la mayoría de las personas) “en” y “viendo” el mundo a través de los
sentidos, de los deseos, de las emociones y de la mente, actuamos casi como
autómatas identificados con las formas y con ese mundo dual e ilusorio que
existe fuera de nosotros. Aclarémoslo, cuando el cuerpo físico muere los
sentidos mueren pero nos quedan los sentimientos y la memoria de lo que ha sido
el mundo físico, pero los sentimientos cambian según nuestra voluntad y uso de
la mente, luego entonces y al igual que los sentidos estos también desaparecen.
La mente la podemos dominar y usar o no dependiendo de nuestra voluntad, por
tanto y sabiendo que podemos ser conscientes de todo ello, podemos comprender
que la mente también desaparece y que está por debajo de la voluntad y de la
conciencia. Así es que, lo mismo que ocurre al cabo de ciertos años después de
la muerte, desaparecen todos esos
aspectos personales y se queda solo la conciencia (ya no existe el mundo ni el
cuerpo físico ni los deseos, ni los sentimientos ni los pensamientos) Así mismo podemos
hacer en cada ahora o presente para ser conscientes de ese momento y circunstancias
y de nada más (sin actuar según nuestro pasado, costumbres y automatismo)
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