jueves, 12 de septiembre de 2013

LA PAZ INTERIOR PARTE 2

Cuando, en esta vida, un aspirante espiritual descubre que puede mejorar moral y espiritualmente por medio de algo que “surge” en su destino, suele ocurrir que en lo primero que piensa es en cambiar su vida. Comienza a imaginar que sus relaciones familiares y sociales van a ser maravillosas, que el destino le traerá oportunidades de progreso, que las elevadas vibraciones de su aura atraerán la simpatía de los demás de forma magnética y otros hechos más. Pero este aspirante que desea tener resultados visibles externamente no es consciente de que los cambios que están sucediendo interna y, como efecto, externamente, se deben a que se ha hecho más consciente, es decir, actúa más tiempo consciente y voluntariamente que antes que se dejaba llevar por la mente, por los deseos y por las emociones. Si antes actuaba mecánica e instintivamente, ahora intenta estar presente, como consciencia, para observar lo que ocurre en sus cuerpos y así usar la voluntad para su propio desarrollo; por consiguiente, se hace un observador de sí mismo.
Con el paso de los años, y si este aspirante persiste en esa acción, comprobará que el “truco” está en interiorizarse (en vez de querer cambiar las cosas de fuera) en ser una consciencia siempre en el presente y no en el pasado ni en el futuro, ocurriendo entonces que ni la mente está tan activa ni él se deja dominar tanto por los sentimientos y deseos. Esto significa que se está dando pie a que haya espacios de silencio mental entre unos pensamientos y otros (cuando nos observamos internamente y cuando estamos en el aquí y ahora como consciencia) pero también se está dejando de calificar y juzgar porque no se pone tanto interés en recordar algo que ha pasado o en pensar en hechos futuros. En definitiva, el ser se complace en vivir internamente y no en perder el tiempo en cosas y hechos que, además de no servir para nada, le hacen sufrir y perder la paz y el control de sus cuerpos sutiles. Cuando cualquiera de nosotros, como aspirantes, descubre esta nueva manera de actuar y la lleva a la práctica, percibe algo en su interior que hace que se sienta satisfecho con todo lo que hace puesto que actúa con su mejor voluntad y como “presencia consciente” en cada momento. Esto, a su vez, desarrolla un cambio interno que se refleja en lo externo hasta el punto de que las personas con las que tratamos lo perciben, siendo, por tanto, las relaciones más autenticas y profundas gracias a la paz interna alcanzada.
Sabemos que hay maldad en el mundo, y eso es un gran inconveniente para el progreso de la humanidad, sin embargo, no solemos darnos cuenta de que el mayor inconveniente  está dentro, y no fuera, de nosotros. Podríamos decir que vemos lo que pensamos y lo que somos puesto que lo externo está unido a lo interno por medio de la consciencia y de los sentidos. Son los sentidos (en cada presente o ahora) los que crean o presentan lo que vemos y con lo que nos relacionamos a la consciencia, otra cosa es que nosotros en ese momento estemos presente o, por el contrario, estemos dominados por otros aspectos de la personalidad (deseos, hechos pasados, malos pensamientos, etc.) Según lo que nos llegue del exterior puede generar diferentes reacciones en lo interior, bien sean buenas (amor, altruismo, cariño, amistad, etc.) o bien sean malas (envidia, resentimiento, crítica, odio, etc.) pero, tanto si genera felicidad como si genera sufrimiento, no cabe la menor duda que es un reflejo de lo que llevamos dentro; por tanto y como ejemplo, en este caso, estaríamos vibrando en sintonía con lo que estamos viendo o viviendo. Y mientras sigamos manteniendo esa vibración y no la reconozcamos y transformemos, seguirémos formando parte de ese mal externo. De aquí la necesidad de actuar en consciencia en cada segundo para poder observarnos, transformarnos y ayudar a cambiar  el mundo puesto que el mundo es un reflejo del estado de conciencia que tenemos.
Cuando observamos y vemos el mundo como un espejo donde se refleja lo que somos internamente y como consciencias, nos podemos dar cuenta de que el miedo, las inquietudes y todo lo que sentimos respecto al mundo es lo que llevamos con nosotros y lo que somos. Cuando vemos la negatividad del mundo que nos rodea y nos auto-observamos interiormente como consciencias para ver las nuestras y así poder transformarlas, podemos comprobar que nacen nuevos y más elevados sentimientos. Así vamos ascendiendo en consciencia, así elevamos nuestra escala de valores, y así conseguimos ser nosotros mismos como Yoes superiores los que actuamos en cada momento presente. Esto, además de hacernos progresar más rápidamente, nos ayuda a eliminar nuestro karma de una manera calmada y comprensiva y nos inclina a transformar la negatividad del mundo.
Un ejemplo de esto lo podemos ver cuando llevamos a la práctica las palabras de Cristo respecto a amar a nuestros enemigos, es decir, cuando nos imaginamos dando amor a alguien que odiamos, cuando le enviamos amor voluntaria y conscientemente o cuando le tratamos con amor, entonces, el odio desaparece y el enemigo también. Esto es lo que podríamos llamar “liberación” porque cuando nos liberamos de esta forma de toda la negatividad que tenemos internamente, comenzamos a ver el mundo de otra manera. Cuando vemos el mundo y actuamos en él dejándonos llevar por los sentidos, los deseos, las emociones y la mente incontrolada, en realidad estamos actuando desde la inconsciencia, solo siendo nosotros mismos (como consciencias en cada aquí y ahora) podemos ser conscientes de nuestra actuación interna y externa y así alcanzar ese mundo que verdaderamente deseamos.
Cuando vivimos (como la mayoría de las personas) “en” y “viendo” el mundo a través de los sentidos, de los deseos, de las emociones y de la mente, actuamos casi como autómatas identificados con las formas y con ese mundo dual e ilusorio que existe fuera de nosotros. Aclarémoslo, cuando el cuerpo físico muere los sentidos mueren pero nos quedan los sentimientos y la memoria de lo que ha sido el mundo físico, pero los sentimientos cambian según nuestra voluntad y uso de la mente, luego entonces y al igual que los sentidos estos también desaparecen. La mente la podemos dominar y usar o no dependiendo de nuestra voluntad, por tanto y sabiendo que podemos ser conscientes de todo ello, podemos comprender que la mente también desaparece y que está por debajo de la voluntad y de la conciencia. Así es que, lo mismo que ocurre al cabo de ciertos años después de la muerte, desaparecen todos esos aspectos personales y se queda solo la conciencia (ya no existe el mundo ni el cuerpo físico ni los deseos, ni los sentimientos ni los pensamientos) Así mismo podemos hacer en cada ahora o presente para ser conscientes de ese momento y circunstancias y de nada más (sin actuar según nuestro pasado, costumbres y automatismo)      

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